lunes, 28 de octubre de 2013

EL DESARRAIGO MANIZALEÑO



En el cambio social que vivimos actualmente hay varios temas que pueden estar influyendo en este fenómeno. Uno de ellos es la experiencia múltiple de desarraigo.

Este fenómeno del desarraigo ocurre por razones muy amplias y diversas: estudios y formación en países elegidos con tal fin, parejas que se consolidan a través de internet, desplazamientos individuales o familiares por contratos de trabajo en otros países o ciudades, búsqueda de oportunidades en otro continente por razones económicas, deslumbramiento por ciudades aparentemente más interesantes, la violencia, etc.

El abanico de causas que llevan a una persona a dejar sus raíces y su cultura responde al nuevo modo de funcionamiento de la vida social y económica de este siglo. Este fenómeno social, obviamente, tiene una importante repercusión en la vida emocional de los sujetos y por ende en el cambio social.



De por sí la emigración implica que se realicen dos exigencias simultáneas: la separación de lo anterior y la adaptación a lo nuevo. El sentimiento de soledad, el rechazo inconsciente a lo nuevo, la añoranza, la frustración permanente, el miedo al fracaso, son las figuras emocionales que acompañan al desarraigo.




NO AL DESARRAIGO!!!





Sin ser regionalista ni demeritar otros lugares, porque es natural que cada persona piense igual de su terruño, encuentro mi ciudad perfecta para vivir. Otras capitales pueden ofrecer mejores oportunidades, variada oferta cultural, mayor desarrollo urbano, más restaurantes, más centros comerciales y muchos otros atractivos, pero para mi gusto nada como la tranquilidad de mi Manizales. Aquí todo es fácil, cerquita, barato, agradable y aunque también hay bandidos y atracadores, al menos no vivimos esa paranoia tan común en otras ciudades.

Una gran mayoría de nuestra gente es amable, simpática, amistosa y en muchas partes lo conocen a uno por el nombre: la amabilidad de nuestra gente es sin igual. Aquí estamos acostumbrados a que las demás personas nos miren a la cara, nos regalen una sonrisa y un saludo. Además somos de los que entabla conversación con quien nos acompaña en el ascensor, con el vecino mientras esperamos el turno en el banco, con quien cuida carros o con quien espera una cita médica como nosotros. Esa actitud y ese comportamiento no se ve en otras latitudes, donde no lo voltean a mirar a uno ni para escupirlo. De pronto para regañarlo o pordebajiarlo.


A pesar del desarraigo esta ciudad de romántica neblina, aloja seres transparentes y buenos dispuestos a continuar aquí hasta desparramar sus huesos en la tierra, añorando que la Manizales del alma retome su rumbo olvidando la pesadilla que hoy nos causa tantos fenómenos de cambio social.

viernes, 18 de octubre de 2013



FALTA DE INTERÉS 
POR EL ENTORNO EN QUE SE VIVE



MUCHOS MANIZALEÑOS DECIDEN MARCHAR A OTRAS TIERRAS




FALTA DE INTERÉS DE LOS  JÓVENES




Existe un cartel político y corrupto que se tomó la ciudad en las narices de todos e hizo del desarraigo una trinchera de guerra para apoderarse a sus anchas de cualquier botín. En la Manizales de antes, lo que más nos reconocían era nuestra capacidad de liderazgo. En la de hoy, lo que más nos critican es la falta de liderazgo para rescatar a esta ciudad.



Sumar… corrupción + desempleo + pobreza + exclusión social + desarraigo + falta de liderazgo = apatía. Y esto es prácticamente el suicidio de una población. Porque cuando a nadie le interesa lo que sucede en su vecindario, cuando nada es vital, cuando todo se lo dejamos  hacer a otros, la ciudad se desploma. Peor: nadie propone un verso para rescatarnos de la apatía y lo único que tenemos, al parecer, es una mesa en un café para seguirnos matando a punta de chismes y rumores.



Estas imágenes corresponden al desarraigo forzoso que vivió esta familia en el Barrio San José de Manizales. 

A una cuadra del Parque San José las varillas de hierro sobresalen en unas columnas destruidas que meses antes soportaron un edificio. Al frente, sobresalen montículos de palos, pedazos de ladrillos y pared; restos de una casona donde vivieron dos familias. Las personas escasean y las calles desoladas tejen un nuevo paisaje.
En la carrera 13, entre calles 25 y 26, el Macroproyecto de Renovación Urbana ya adquirió la mayoría de las casas, una la tumbaron y otras ocho están deshabitadas.