Sin ser regionalista ni demeritar otros lugares, porque
es natural que cada persona piense igual de su terruño, encuentro mi ciudad
perfecta para vivir. Otras capitales pueden ofrecer mejores oportunidades,
variada oferta cultural, mayor desarrollo urbano, más restaurantes, más centros
comerciales y muchos otros atractivos, pero para mi gusto nada como la
tranquilidad de mi Manizales. Aquí todo es fácil, cerquita, barato, agradable y
aunque también hay bandidos y atracadores, al menos no vivimos esa paranoia tan
común en otras ciudades.
Una gran mayoría de nuestra gente es amable, simpática,
amistosa y en muchas partes lo conocen a uno por el nombre: la amabilidad de
nuestra gente es sin igual. Aquí estamos acostumbrados a que las demás personas
nos miren a la cara, nos regalen una sonrisa y un saludo. Además somos de los que
entabla conversación con quien nos acompaña en el ascensor, con el vecino
mientras esperamos el turno en el banco, con quien cuida carros o con quien
espera una cita médica como nosotros. Esa actitud y ese comportamiento no se ve
en otras latitudes, donde no lo voltean a mirar a uno ni para escupirlo. De
pronto para regañarlo o pordebajiarlo.
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